Oír y hablar

Oír y hablar son herramientas esenciales de la comunicación humana. Son básicamente herramientas analógicas convertidas en entradas digitales en nuestro cerebro. Su objetivo es intercambiar conceptos, observaciones, órdenes, etc. entre varios seres humanos, con el resultado de efectuar algún cambio, como una acción o un cambio de opinión, etc. Son mensajes que se intercambian a través de las barreras humanas y, por supuesto, es de fundamental importancia comprender su eficacia y precisión, ya que afecta a la vida de toda la humanidad. El tema ya ha sido ampliamente estudiado en medicina y ciencias sociales, por lo que sólo añadiré un par de observaciones al respecto, inspiradas en la intensidad de las emociones mostradas en las recientes elecciones estadounidenses de 2020 y en la evidente y amplia polarización de la política mundial.

Un político dice una cosa, envía un mensaje. Todos escuchan el mismo paquete analógico. Sin embargo, la interpretación de las palabras diverge completamente, según la clase de oyentes: los partidarios identifican un mensaje y coinciden, los opositores parecen captar un mensaje diferente y discrepan "intensamente". ¿Cómo puede ser? Es natural oponerse a las palabras que transmiten un mensaje que uno juzga negativo. Sin embargo, a menudo un mensaje destinado a ser visto positivamente por el público que lo escucha consigue exactamente lo contrario, alimentar un conflicto adicional. Creo que hay muchas distorsiones que afectan a esos mensajes entre emisor y receptor. Las distorsiones están causadas por prejuicios, miedos, desconfianza en la intención, desconfianza en los resultados potenciales, etc. Muy a menudo, el contenido de los mensajes es "blando", es decir, se trata de intangibles como los valores, o de circunstancias que difieren en función de las distintas condiciones de los hablantes y los oyentes. Estas distorsiones rara vez pueden corregirse: se requiere mucha velocidad y energía mental para combatir nuestros propios prejuicios y reajustar las impresiones iniciales a puntos de vista diferentes u opuestos. Es posible, pero muy difícil. Requeriría que los oyentes comprobaran sobre la marcha la exactitud de la traducción de su mensaje, y que para cada mensaje desprejuiciaran sus puntos de vista. Es muy difícil, y más aún cuando la cantidad de mensajes es abrumadora. Si hay alguna esperanza de que los mensajes se entiendan alguna vez de acuerdo con su intención o incluso con los hechos, creo que será necesario:

• que los oradores sean muy conscientes de las distorsiones que se producirán y "lidien" con ellas. Tratar su causa, a menudo la desconfianza, el miedo, los prejuicios. Tenemos que hablar no en nuestro idioma, sino en el de los oyentes. Cambiar de psique en público requiere una deconstrucción (temporal) de nuestro propio guión, de nuestro personaje público, lo que nuestra sociedad machista hace bastante difícil. Pero vale la pena intentarlo. Para ser escuchado por alguien que te teme, es necesario un "desarme" total. Suelta tus armas y tus amenazas, y entonces y sólo entonces las distorsiones disminuirán un poco.
• que los oyentes hagan un esfuerzo paralelo de deconstrucción de sus escudos cuidadosamente construidos,